HORA DE AVENTURAS | Sobrevivir a la canícula leyendo cómics

 

 

El verano es esa época del año en la que el tejido de la realidad parece deshacerse sobre la piel. Tiene su propio tempo, su extraño fluir. No hablo de pasar horas en playas masificadas, ni en cruceros de lujo. Me refiero al tiempo como esa constante sensación de cansancio que propicia madrugadas insomnes y algún que otro derrumbe cotidiano. Un calor de novela de Camus que apenas permite pensar, sentir, respirar. El ventilador junto a la cama. La lámpara encendida hasta las tantas. Los dedos midiendo el tiempo; página a página, viñeta a viñeta.

En lo más alto de la pila de cómics, “Aquel verano” (La Cúpula, 2014), de las canadienses Jillian y Mariko Tamaki, una historia rescatada de otro momento, pero que se hace un hueco en esta noche de lecturas. Su elección tiene que ver con la atmósfera apocalíptica que destila, ese tiempo acelerado propio de la adolescencia que anuncia cambios espectaculares; sutiles, al principio, pero rotundos al empezar septiembre. Rose y Windy coinciden en Awago Beach todos los veranos. Como buenas adolescentes, exploran, observan, preguntan poco; y sacan conclusiones precipitadas. Habitan una realidad privilegiada, un tejido que está a punto de concretarse, pero que, precisamente por esa indefinición, todavía puede ser cualquier cosa. Ese oasis de sentido que ha sido Awago está a punto de desaparecer en un sentido metafórico: el mundo real, el que las hará adultas, amenaza con entrar para quedarse.

De este momento clave se nutre también la historia “Hawai 1997”, contenida en “Y nunca volvió a suceder”, recopilación de historias del autor estadounidense Sam Alden publicadas por DeHavilland Ediciones. Una noche estrellada impresionada en el recuerdo y en la psique de un adolescente que se obsesiona con una sombra, una ilusión. Ya sea una noche de verano, o una estancia vacacional con la familia lo retratado por estos autores, lo que intriga, conmueve, atrapa en ambos cómics es la atmósfera única, como si se tratara de una abducción, un atropello o un primer orgasmo. Atrapa Sam Alden la ligera desesperación del que será un deseo jamás satisfecho. Jillian Tamaki, por su parte, trae con su trazo ágil y delicado la ilusión por refugiarse en un tiempo y espacio que ya solo existe en el recuerdo. La ironía de ambos cómics reside, precisamente, en aquello que provoca en quien los lee: una necesidad enfermiza, delatora de nuestros días, por recuperar un pasado idealizado desde el presente.

 

 

La lectura como huida; la imagen como anclaje. Y un cómic que apuesta por el cuestionamiento de uno mismo a través de la ausencia del otro; en este caso, del marido desaparecido de Kanae Sekiguchi, la protagonista de “Undercurrent” (Milky Way Ediciones). Este manga de Tetsuya Toyoda es un trabajo interesante en la medida en que desde la incertidumbre invita al movimiento, a descubrir que no conocemos a aquellas y aquellos con los que decidimos compartir el tiempo y el espacio, ni queremos conocerlos. “Tengo el don de ver claramente qué es lo que quiere creer la otra persona, qué es lo que quiere que le digan y tal. Y, por lo tanto, se lo puedo ofrecer” revela uno de los personajes de esta historia. Una mentira agradable antes que la verdad; un recuerdo cálido, con los gritos o las lágrimas convenientemente eliminados. Como si a partir de lo que sabemos que es cierto no pudiera construirse, o como si lo especulativo hubiese calado tanto en el adn de una sociedad que la hubiese incapacitado para reconstruirse desde paradigmas ajenos a los ya institucionalizados.

 

Undercurrent, Jillian y Mariko Tamaki


 

Kanae, nuestra heroína, enfrenta el pasado y el presente con aplomo y elegancia niponas, a pesar de la permanente tentación de rendirse. Realista, en ciertos ámbitos transgresora, esta mujer de “fuerte carácter” –tal y como se dirigen a ella en varias ocasiones– decide finalmente por su independencia, y no lo hace desde un discurso obvio, ni afectado, sino desde la evidencia de quien sabe que, en un contexto como el de la sociedad nipona, escoger el camino duro puede ser, a su vez, liberador, convirtiendo Undercurrent en un artefacto emancipador, en una corriente de cambio. Algo que también se puede hacer desde el humor, presente en este manga, y vertebrador del webzine de todos los veranos: Caniculadas.

 

 

Es la excusa para hablar del tiempo fragmentado y de la imposibilidad de huir del calor y de una misma. Caniculadas abraza, en esta ocasión, la cruzada superheroica para desmontar el día a día de las dinámicas de redes sociales, así como para desplazar el sentido de algunos estereotipos, siendo las tiras de Señorita M, y su alter ego Cuqui, las más efectivas a este respecto. El sentido del humor cafre de la Capitana Meh (Clara Soriano) combinado con su sabiduría friki sobre Internet, las explosiones de sentido común hater de la Vinagres Justiciera (Bea Tormo), los arranques de responsabilidad superheroica de K.K. de Bote (Mireia Pérez) al amanecer, las certeras reflexiones laborales de la Hechicera Pejiguera (Natacha Bustos), la esencia del cómic de superhéroes en las intervenciones de la Pintamonas Vengadora (Carla Berrocal), y el delirio corporal de la Vigilante Paranoica (Mamen Moreu); todo ello al más puro estilo random, suicida y efectista, con bofetones incluidos –hablamos de superheroínas, después de todo–, del que también ha participado la “octava en discordia”, Cacatwoman, alter ego de Andrea Torrejón.

Pero, si hay una característica propia del cómic de superhéroes del que se han sabido valer las Caniculadas, esa es la de las apariciones estelares -aquí denominadas “comodines usurpadores”- que ayudan a que el verano de nuestras autoras sea más llevadero en lo creativo y permita, a su vez, introducir en esta hermandad personajes como Gruñiman, creación de Mikelodigas, o la superheroína Book Girl, especializada en recomendarnos -de la mano de Marina Vidal- literatura imprescindible para sobrellevar la deriva vacacional ya sea en la playa, en el yate o en la cama de cuando se tenían diez años. Para correr verdaderas aventuras.

 

Caniculadas, Mireia Pérez

 

 

Imagen de portada: Viñeta del cómic “Aquel verano”


Publicado por Elisa McCausland [Periodista e investigadora en cultura popular, comic, y gobernadora de @reinohueco]

 

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