PANTALLA SÓNICA #37 | Núria Güell

Uno de los momentos más bonitos que ha tenido este 2019 ha sido conocer en persona y trabajar junto a Núria Güell. Ella es una artista valiente, que pone el cuerpo y la vida entera, con todo lo que ello implica, en cada uno de sus trabajos. Desde Playtime Audiovisuales, hemos podido comisariar una muestra audiovisual con tres de sus obras más reconocidas para el DA2 y con ella hablo a continuación del mercado del arte, América Latina, el activismo (bella palabra) y su reciente maternidad.

Hola Núria, un placer charlar contigo este mes.
Buenos días!

Empecemos por el final, con lo más reciente, de tu trayectoria artística que es el proyecto El mamporrero y otros síntomas/ L’apuntador i altres símptomes para el Bòlit de Girona. Cuéntanos en qué consiste esta exposición.

El apuntador y otros síntomas es una exposición que funciona como un ensayo en torno a la obsesión por la identidad, en auge desde hace ya unos años. Se pueden ver tres obras nuevas que ponen el foco en la construcción de las identidades nacionales, y dos obras del año pasado que abordan los roles de género y el concepto de familia que hemos heredado de la educación nacional-católica. De todas formas, tengo que decir que la semántica por la que transitan dichas obras abarca un territorio más amplio que el acabo de explicitar: el concepto de «familia» es extrapolable al de «nación», «república» o «comunidad», en el sentido en que todos esos conceptos están atravesados por demandas de reconocimiento identitario; y de igual forma, la mirada sobre el Semental de Pura Raza, un símbolo de la españolidad, es extrapolable a una mirada general sobre la virilidad y, seguramente, también sobre otros roles sociales que no alcanzamos a cuestionar porque los tenemos naturalizados. Con esto quiero decir que he intentado dejar espacio suficiente al espectador como para que pueda realizar sus propias conexiones, para que tenga libertad de interpretación, vaya.

En esta propuesta expositiva me interesaba abordar la idea de que, quizás demasiado a menudo, confundimos a los síntomas con la enfermedad, o sea, a las consecuencias con las causas, y eso es peligroso, porque creemos que estamos combatiendo un problema cuando solo estamos paliando alguno de sus síntomas, y la enfermedad sigue ahí, provocando más síntomas.

¡Venga, va! Te voy a describir muy brevemente dos de las tres obras producidas ex profeso, para que te hagas una idea. La primera es muy sencilla y funciona como prólogo de la exposición. Se titula Francisco Franco en catalán, y consiste en la traducción al catalán de un fragmento del discurso que Francisco Franco emitió por Radio Nacional de España el 31 de diciembre de 1953. El fragmento del discurso se imprimió en vinilo de corte y está pegado al muro de entrada, de forma que es el primer elemento con el que se confronta el visitante.

Y la segunda obra que te voy a describir, para no extenderme demasiado, se titula Obsequio de Cortesía. El día de la inauguración, que como sabéis suele contar con la presencia de algún político, ya sea el alcalde o el Consejero de Cultura, lo aproveché para ofrecer un obsequio de cortesía a la máxima autoridad del gobierno de la ciudad de Girona que se presentase, y dicho obsequio consistió en una cápsula que contiene ADN liofilizado de semental de burro catalán. Esta cápsula va acompañada del certificado de autenticidad de Pura Raza avalado por el Ministerio de Defensa del Estado Español, que fue el órgano público que me vendió la dosis de semen de Mundo, que es como se llama el semental del que extrajeron el semen y del que yo extraje, a su vez, el ADN. Como sabéis, por cuestiones de protocolo, los regalos a los dirigentes políticos tienen que ser declarados públicamente y pasan a ser patrimonio de la ciudadanía. En la ciudad de Girona, estos presentes son inventariados por el Museu d’Història, pasando a formar parte, se expongan o no, de su colección.

En este caso me interesaba analizar la relación entre la construcción de la historia y la creación del sentimiento de identidad nacional, a la vez que a poner el foco sobre los conceptos de «esencia» y «pureza», que normalmente consideramos como una especie de «fuentes de origen» que utilizamos como excusa para satisfacer nuestra demanda de identidad, tanto individual como colectiva: la búsqueda de esencias y purezas como síntoma. Aunque igualmente he intentado dejar la máxima libertad de interpretación sobre lo que expongo. Dejar que cada cual se responsabilice de su interpretación, eso me parece básico.

El tema de “la identidad nacional”, el concepto de “Patria”, han sido una constante en tu práctica. Me interesa mucho como te sitúas e incluso te enfrentas ante todos estos temas políticos y a priori intocables, más aún dentro del contexto arte. ¿Cómo te sientes ante la denominación de tu arte como activista, social y comprometido? ¿Sientes que el arte y los artistas se han vuelto vagos, en el sentido de no ofrecer una postura crítica, un pensamiento sobre el sistema neoliberal en el que nos encontramos? Se habla incluso de una hipsterización del arte. La verdad Núria que eres de las pocas que se posiciona en España ante esto. ¿Cómo percibes toda esta situación?

No me interesan las etiquetas ni como me clasifican los demás. Si un artista se dedica a pintar paisajes al óleo, por poner un ejemplo, también se está posicionando políticamente, todo lo que realizamos públicamente tiene un evidente contenido político, e incluso todo lo que hacemos en la intimidad. Yo, personalmente, para sostenerme en este mundo, intento cuestionar todo lo que se da por supuesto, todo aquello naturalizado culturalmente, necesito situarme, y por eso me dedico a la práctica artística. Me viene muy bien para responder a esa inquietud vital y además me gano el sustento con ello.

En relación a lo que comentas no creo que tenga que ver con vagancia sino con comodidad conjugada con precariedad: si te posicionas políticamente de forma explícita siempre te creas enemigos…

Tampoco estás sola en esta manera de entender y trabajar desde la Institución-Arte. Existen precedentes, pero yo al menos en España no encuentro ahora mismo demasiados ejemplos de tu generación. ¿Con qué artistas conectas del panorama actual? y también ¿qué referencias y quizás no sólo del mundo del arte tienes desde siempre?

Aunque pueda sonar poco creíble, estoy muy desconectada del mundo del arte. Con quién me siento más cómoda hablando de arte es con mis compañeros de formación en la Cátedra de Arte de Conducta, todos ellos artistas cubanos que actualmente tengo lejos, menos Levi, con quien vivo. Y del panorama español… pues conecto bien con Pablo España, de Democracia, o con Santiago Sierra, pero coincido con ellos físicamente menos de lo que me gustaría. Así que mis principales referencias son lecturas de teoría crítica, el psicoanálisis, mis amigos… y sobre todo las conversaciones que escucho en los bares del pueblo, buen material para conectar con la vida. Jeje, cierto.

“Lo personal es lo político” que afirmaba Germaine Greer y esto se refleja constantemente en tu trabajo porque te involucras en todo el proceso de una manera exhaustiva, vida y obra unidas, pones literalmente el cuerpo, con todo lo que ello implica a nivel emocional también. Viendo como te expones en obras como Ayuda Humanitaria, Apátrida por voluntad propia o Afrodita. ¿Cómo gestionas estas ideas que luego se convierten en obras pero que son en última instancia parte de tu vida y de quienes te rodean?. Me gustaría también que nos explicaras sobre “tus colaboradores” y las relaciones que mantienes con todas las personas con las que vas trabajando porque no resultan colaboraciones habituales. Vas y van más allá.

Mi forma de trabajo la gestiono como puedo, jiji. A ver, si hago una obra es porque hay algo que me perturba, preocupa, inquieta, etc… Y para combatir esa inquietud es por lo que me introduzco en ese “algo”, no conozco otra forma de hacerlo. Con esto quiero decir que estoy en un punto de mi carrera en el que solo hago “algo” si ese “algo” me involucra intelectual y emocionalmente. Ok. Como bien dices, parece que no haya una línea que separe mi obra de mi vida personal, y es verdad, intento que mi trabajo involucre a toda mi persona, a mi cuerpo, a mis emociones, a mi estatus legal, a mi pensamiento, etc.. Y hasta el día de hoy nunca me he impuesto límites para “proteger” o no salpicar mi vida personal, siempre he llevado a cabo lo que la idea que la obra me ha exigido, y una vez dentro, conviviré con ello día y noche hasta que el proceso finalice. Dicho esto, no quiero parecer una artista que se sacrifica en nombre de la integridad de su práctica, por el bien de la comunidad, o por unos ideales políticos o sociales, no, sé distinguir entre la esfera íntima y la esfera pública, me arreglo cuando tengo inauguración, tengo dudas, a veces paso miedo, y preferiría que no me criticasen, como toda hija de vecina. Pero no se puede tener todo.

Vamos a hablar de Afrodita, una obra del 2017, en la que a través de una acción performativa, documentada en vídeo, pones en evidencia el papel de la institución en el mundo del arte y los artistas. También la precariedad de como vivís y las dificultades que tenéis para pagar las cuotas mensuales de la Seguridad Social, el pago de las cuotas, es lo que pides a través de esta acción. También hablas sobre el deseo de ser madre y como esa condición de artista emergente y precaria dificulta a muchos niveles este proceso. Me gustaría que nos contaras sobre la cláusula de contrato que trabajaste para este proyecto, en esta ocasión tu colaborador fue un abogado, ¿qué sucede con la institución y hasta donde llega tu petición. Y dando un salto también, eres madre y tu niño León ya está aquí, desde Afrodita forma parte de tu vida y obra.

Sí, Afrodita consistió en pedir al museo que destinase el dinero de producción al pago de las cuotas de mi seguridad social durante siete meses, los mínimos requeridos para poder cobrar las prestaciones de baja por maternidad en el estado español. Para lograr esto trabajé con Rubén Guilanyà, en ese momento abogado de la PAAC. Juntos elaboramos una cláusula modelo en la que se estipula que la institución asumirá los gastos de la Seguridad Social del artista durante el tiempo que esté trabajando para la institución. La llamo “cláusula modelo” porque cualquier artista puede usarla e incorporarla en sus contratos con la institución pública. En el caso de mi acción, era importante que abarcase los siete meses exigidos para poder cobrar la baja de maternidad, ya que me interesaba llevar a debate las contradicciones de la propia institución artística desde una perspectiva de género. Qué bien funciona la representación del cuerpo femenino y de la maternidad en los templos y en los museos, ¿pero qué pasa cuando una “artista viva” quiere ser madre? Es alucinante que trabajemos constantemente para instituciones públicas y que no tengamos acceso a ningún derecho laboral. Yo me pagaría los autónomos con sumo placer si las instituciones públicas se comprometieran a remunerar dignamente el trabajo de los artistas, teniendo en cuenta que dicho trabajo es lo que da sentido a sus museos. Mira, estos últimos meses he realizado dos exposiciones individuales, lo que me ha dado la posibilidad de conocer el presupuesto total de la exposición. La segunda exposición no la centré en esta temática porque me parecía más urgente, a nivel social –y a nivel personal también–, abordar el tema de la construcción de identidad nacional, pero me quedé con las ganas, ¡es un escándalo! Todos los profesionales implicados en la exposición cobran más, por tareas de pocos días o incluso de pocas horas, que la artista por pensar y crear toda la exposición trabajando intensamente durante varios meses. Me parece alucinante que los gestores del dinero público de la institución arte, así como sus directivos, permitan algo así con tanta naturalidad y frescura. Solo para que te hagas una idea, ya he decidido que cuando trabaje en el territorio español también me encargaré del transporte de la obra. Sí, sí, además de artista, seré transportista. Y lo he decidido porque en este último presupuesto, el transportista, por 3 horas de trabajo, ganará la mitad de lo que yo ganaré trabajando seis meses. Así que he decidido que me encargaré del transporte con la furgoneta de algún colega del pueblo. Suerte que terminas la pregunta mencionando a León, porque ya me estaba calentando demasiado. Uff!
Sí, claro, cuando hice Afrodita ya estaba pensando en ser madre, y cuando parí a León pude cobrar la baja de maternidad gracias a Afrodita.

 

Qué bien funciona la representación del cuerpo femenino y de la maternidad en los templos y en los museos, ¿pero qué pasa cuando una “artista viva” quiere ser madre? 

 

Sobre Afrodita, te he escuchado también en alguna ocasión que tienes tus “problemas” con el tema de presentación de las obras en las que trabajas, con el display de las mismas. Esa complicación, ¿es la que te lleva a utilizar el soporte vídeo en tus últimas obras?

Sí, no soy buena con los displays. Quizás, si en vez de escuchar tantas conversaciones de bar fuera más a los museos, lo llevaría mejor, jiji.
Más allá de esto, realmente tengo un bloqueo con el objeto y su condición de fetiche. Con lo que yo disfruto es con las acciones, con las relaciones personales que establezco durante la realización de los proyectos, pensar las estrategias, crear la operación artística, etc. Y lo que me parece más honesto, y quizás más ético en relación a las propias obras, es intentar que el público pueda acercarse y percibir todo ese proceso que forma parte de mi trabajo, el proceso es la obra, y ese proceso, una vez finalizado, puede formalizarse de diferente forma. La obra no es un objeto final, como sería el caso en una pintura, por ejemplo, sino que lo que expongo está formado por vestigios del proceso. Pero sí, en muchas ocasiones el video es el mejor formato para poder dar cuenta de ese proceso.

¿Y qué relaciones estableces con el mercado del arte? ¿Tienes también un poco de voladura de cabeza con esto? A ti te lleva una galería importante de Barcelona, la ADN, y acudes a ferias importantes como ARCO. Tú que interpelas tanto al espectador con tus obras, ¿cómo llevas el trato con los “señores del arte”? Galeristas, coleccionistas, etc… Y que tradicionalmente suelen pertenecer a élites sociales. ¿Cómo se maneja estar en los dos lados?

No, con el mercado del arte no tengo voladura de cabeza. Quiero decir que ya no me supone ninguna contradicción. Es verdad que al inicio de mi carrera lo llevaba peor, porque era muy joven y aún no sabía como ubicarme en este mundo, pero después de una conversación con Lucio Urtubia y de algunas sesiones de psicoanálisis, lo superé. Brava! Yo no trabajo para el mercado y el mercado, normalmente, no trabaja para mí. Mi trabajo y el mercado discurren en esferas separadas, aunque a veces eso me obliga a dar un salto repentino de una esfera a otra, y saltar siempre entraña la posibilidad de perder el equilibrio, pero de momento lo llevo bien. De hecho, me gustaría tener más relación con el mercado de la que tengo. Lo que quiero decir es que me gustaría que el mercado me dedicase algo más de sus recursos.

 

 

En el último año, has realizado una película, un peliculón titulado Una película de Dios (2019) que enlaza con muchas de las temáticas recurrentes en tu obra, pero que se ven poco o nada dentro del arte contemporáneo, como son la prostitución y los abusos a menores. Temáticas muy difíciles pero que tú visibilizas, además empoderando a las niñas y jóvenes protagonistas. ¿Cómo trabajas algo tan delicado y en los contextos de América Latina?

Si me permites, me voy a extender en la respuesta porque en este proyecto que mencionas, como en el de La Feria de las Flores (Medellín, 2016), se ponen en juego varios aspectos políticos y afectivos que me parecen claves en los proyectos colaborativos.

Empiezo. Mi metodología de trabajo con los cómplices de mis proyectos es muy sencilla, se basa en ser muy clara con la propuesta que les ofrezco, con los motivos que me llevan a querer realizar el proyecto, con mis intereses, con mi posición política y con las condiciones de producción de la obra. Ser muy clara para que puedan decidir, con conocimiento de causa, si van a participar o no. Y espero de ellos la misma claridad de intenciones, aunque eso ya no dependa de mí. O sea, para mí es clave entendernos como sujetos capaces de decidir por nosotros mismos, de responsabilizarnos de las decisiones. Que se cumpla este requisito por las dos partes es básico para no caer en paternalismos o victimizaciones. Y cuando se trabaja desde esta posición, desde la confianza, normalmente todas las partes nos acabamos implicando emocionalmente, es lo que antes comentábamos respecto a la superposición entre los proyectos y la vida privada. Y sobre esta relación de confianza es sobre la que descansa el contenido político de mis proyectos –y también la ética–, aunque desde fuera sea difícil de ver.

Tanto las niñas con las que trabajé en Medellín como con las que trabajé en México DF, tienen y encarnan un conocimiento bien específico resultado de las experiencias vividas, y tratado desde una dimensión política, este conocimiento tiene el potencial de devolver a la sociedad lo que esta invisibiliza, lo que no quiere ver, lo que no quiere escuchar. Entonces, lo primero que hice fue preguntarles directamente si querían transmitir sus experiencias a “la sociedad colombiana/mexicana”, y en caso de respuesta afirmativa, si lo querían hacer a través del proyecto. Entiendo a los colaboradores voluntarios como aliados, así que el primer paso es este, asegurarme de que compartimos la causa o la motivación para poder devenir cómplices. Y así fue en esos casos.

Como bien dices, son temáticas muy difíciles y delicadas. Una pregunta que me hacen habitualmente es en relación a la victimización. Bueno, pues no tuve que hacer nada para evitar la victimización porque ellas, afortunadamente, no se sentían víctimas. El trabajo más arduo, en ese sentido, fue con algunos trabajadores del museo, que solo podían verlas como víctimas, aunque eso desapareció en cuanto las conocieron, cuando se encontraron frente a ellas cara a cara y las escucharon sin prejuicios. Una persona puede ser o haber sido víctima-de, víctima en relación a algún tipo de fuerza o poder, pero no se puede ser víctima en sí, víctima las 24 horas del día y para siempre.

 

Recelo del concepto de empoderamiento. Por un lado, me parece obvio que tú no puedes empoderar a nadie igual que no puedes imponer la libertad a ninguna persona ni pueblo, lo problemático es pretenderlo. Y por otro lado, en lugar de desempoderar al poderoso, que según mi punto de vista es lo que se debería hacer, se crean nuevos poderosos a través de la victimización.

 

Desde mi punto de vista, existe un uso perverso de las comunidades hacia las víctimas, y eso no es nuevo, es algo que se da en casi todas las culturas y que tiene un origen claramente religioso, la víctima es aquella persona o animal que se ofrece en sacrificio, que se sacrifica por la comunidad, y por eso es sagrada. Pero quienes exigían el sacrificio eran los dioses, los poderosos, el poder. Y la comunidad, en lugar de cuestionar al poder que exige sacrificios, sacraliza a la víctima. Señalar una víctima es como señalar un poder, las víctimas son tan sagradas como el poder, y hay un goce perverso detrás de este señalamiento. Si nos fijamos, detrás del poderoso siempre hay una víctima, el poderoso siempre ha sido víctima antes. Citaré algunos ejemplos. Hitler y el pueblo alemán fueron víctimas antes que poderosos; el Stalinismo se basó en la victimización de la clase trabajadora; el Dios del cristianismo es una víctima; todos los mártires religiosos son adorados, tienen poder; los terroristas suicidas van al paraíso; “el pueblo de Israel” puede abusar de su poder porque fue la gran víctima de la II Guerra Mundial; el ascenso de la extrema derecha se basa en la victimización también, sus acólitos se sienten víctimas de la inmigración o de la ideología progresista; Franco y sus aliados se alzaron como víctimas de la República; los maltratadores suelen haber sido antes maltratados, etc, etc, etc. Los ejemplos son innumerables. Todos los héroes de ficción han sido víctimas antes de ser poderosos: Superman, Spiderman, Batman, etc. En fin, como he dicho, los ejemplos son incontables, el poder necesita víctimas, las víctimas perpetúan el poder. Por ese motivo evito colaborar con personas que se sientan cómodas en el rol de víctima. Ya viví una experiencia en ese sentido y fue un martirio. En esa ocasión vi claramente cómo se usaba el rol de víctima para situarse en una posición de poder y, por tanto, de abuso de poder y opresión.

También por ese motivo recelo del concepto de empoderamiento. Por un lado, me parece obvio que tú no puedes empoderar a nadie igual que no puedes imponer la libertad a ninguna persona ni pueblo, lo problemático es pretenderlo. Y por otro lado, en lugar de desempoderar al poderoso, que según mi punto de vista es lo que se debería hacer, se crean nuevos poderosos a través de la victimización. ¿De verdad que la única forma de combatir el abuso de poder es tratando de crear más poderosos? Existe un dicho sobre la riqueza que dice más o menos así: el más rico no es el que más dinero tiene sino el que menos necesita. Pues con el poder pasa algo parecido: el individuo más soberano y libre es aquel que menos poder y reconocimiento necesita. Y digo reconocimiento porque me parece clave también. Tanto el poderoso como la víctima exigen reconocimiento público.

Lo único que tuve que hacer con las colaboradoras del proyecto de Medellín fue intentar que se sintieran confiadas en un espacio extraño para ellas, ajeno a su contexto o territorio, como es el museo. Intenté dejarles claro que allí no teníamos que ser condescendientes con nadie, y que si alguien no quería escuchar lo que ellas querían decir era su problema, no el nuestro. Igual que en otros contextos o situaciones en Medellín, eran ellas las que entendían las reglas del juego mejor que yo, y me transmitían su confianza. Todo eso se puede ver en el vídeo del proceso.

En lo referente al proyecto Una Película de Dios (México D.F., 2018), en el que colaboré con adolescentes que fueron secuestradas, abusadas y explotadas sexualmente, como de costumbre me tocó lidiar con personas que me acusaban de “usar a las víctimas”, “pobres niñas”, blablabla. Pero en esta ocasión opté por preguntar directamente a las chicas lo que pensaban sobre la posición de víctima, y me respondieron que ellas no se veían a sí mismas como víctimas, que ese es un agujero que no te lleva a ninguna parte a nivel de transformación personal, y que solo usaban la posición de víctima para conseguir algo, cuando querían que la gente les hiciera caso o les prestara más atención, o sea, cuando querían hacer uso del poder que la posición de víctima les otorgaba. Entonces les pregunté que por qué creían que la gente se empeñaba en etiquetarlas de esa forma, y la conclusión fue que seguramente resultaba muy reconfortante poner al otro en la posición de víctima, ya que eso te coloca en una posición de superioridad, una posición en la que hacer gala de tus mejores dotes como “buena persona”, de tu “humanidad”. Y esto, desde una perspectiva moral, siempre produce goce, un goce parecido al de señalar y aclamar al poder que rige en tu comunidad, como el goce del patriota al hondear su bandera. O sea, que se sentían usadas por las personas que las trataban como víctimas. Y es así, una víctima deja de ser persona y pasa a ser un símbolo de la comunidad, un fetiche sagrado. Es perverso.

En fin, menuda chapa te he pegado… ¡Qué va son proyectos y respuestas super importantes e interesantes, Núria!

 

 

Has visitado y trabajado mucho en América Latina. A Una película de Dios se le suman también La Feria de Las Flores en Colombia y Ayuda Humanitaria en Cuba. Háblanos sobre estas dos experiencias y por qué esa relación tan estrecha con el continente americano, especialmente Cuba.

En el penúltimo año de mi carrera en la Universidad de Barcelona, la gente de mi curso empezaba a solicitar las becas Erasmus para irse a hacer un intercambio con alguna universidad europea y a mí Europa no me llamaba nada, me atraía mucho más Latinoamérica. Finalmente me decidí por Cuba ya que sentía curiosidad por su sistema político. Y así empezó todo. Llamé varias veces hasta que pude hablar con el director del Instituto Superior de Arte (ISA), que en aquel momento era Jorge Fernández. Le dije que quería ir a estudiar con ellos y le pregunté si nos podíamos inventar un intercambio. Jorge me dijo que si la UB aceptaba convalidarme las asignaturas, ellos no pondrían problemas. Y así fue, maletas y para Cuba. Hice el último curso de la carrera en el ISA de La Habana y luego regresé para realizar el posgrado de la Cátedra de Arte de Conducta, que dirigía Tania Bruguera. Allí me enamoré y desde entonces voy casi todos los años por razones familiares y, a veces, laborales.

Además de este vínculo con Cuba, a nivel de prácticas artísticas me siento muy atraída por lo que se propone desde el otro lado del Atlántico. En general, dentro de la línea del arte socialmente comprometido, la mayoría de ellas las leo como prácticas más honestas con lo real y nada condescendientes con lo políticamente correcto.

Ah! Pues Ayuda Humanitaria es uno de los proyectos que inicié mientras vivía en Cuba y terminé cinco años después. Me ofrecí como esposa al cubano que me escribiera «la carta de amor más bonita del mundo», pagándole los gastos de la boda, el pasaje a España y todos los trámites para obtener la nacionalidad española. Esta oferta iba dirigida a los cubanos interesados en emigrar. Un jurado compuesto por tres prostitutas cubanas hizo la selección de la carta ganadora y, por lo tanto, de mi futuro esposo. Siguiendo las condiciones interesadas que se aplican habitualmente en la ayuda humanitaria que se ofrece desde Europa, en las bases exigí al seleccionado estar a mi disposición para cualquier demanda durante el tiempo que durara nuestro matrimonio. Una vez adquirida la nacionalidad, nos divorciamos tal y como dictaban las bases. En el contrato que firmamos antes de casarnos, y que invalidaba todo lo que implica un contrato matrimonial excepto lo referido a los requisitos para que mi cónyuge obtuviese la nacionalidad española, especificaba que, en caso de venta de la obra, la ganancia se dividiría en partes iguales. Esa cláusula de momento no se ha hecho efectiva porque la obra no se ha vendido.

¿Te ves en algún momento viviendo en la isla?

Sí, desde que se ha normalizado el acceso a internet en Cuba lo contemplo como una posibilidad, aunque cuando lo pienso lo concibo de forma temporal. Es algo que también valoro por mi hijo León, de padre cubano y quien tiene a la mitad de su familia en Cuba.
Viví en Cuba durante tres años, y hay algo de alegría, desenfado y desacato a cierta moralidad en el día a día de la isla con el que me siento afín y me levantaba más contenta que desde este lado del mundo.

Iré a veros gustosa cuando estéis por allá. Muchas gracias Núria. Muy feliz fin de año y todo lo mejor para el 2020.

Muchas gracias a ti y los mejores deseos también! Extrañaré nuestra conversación virtual cuando me tomé el café por la mañana :)

Yo también.

 

 

Imagen de portada: Retrato de Núria Güel


Publicado por Natalia Piñuel [Productora cultural desde Playtime Audiovisuales y coordinadora de la plataforma She makes Noise]

Si te parece interesante, ¡comparte!Email this to someoneTweet about this on TwitterShare on Facebook0Share on Google+0


Leave a Reply