Micro-colonialidades de la escucha
Nuestra sociedad establece en sus mitologías e imaginarios, que los cuerpos de la innovación son hombres de ciencia. Los relatos históricos perpetúan a su vez estas imágenes, con sus listados de grandes autores, grandes pensadores, grandes científicos, etc…, cuyas obras son la medida del mundo. Y sobre cuya obra se establecen los límites de la creación y la invención.
En América Latina tenemos que sumar a esto, el relato de que todo nos fue heredado, porque en realidad nunca formamos parte de nada “realmente importante”, a no ser que se trate de guerras, genocidios, pobreza y subdesarrollo… El colonialismo tiene mucho que ver con todos estos imaginarios, mitologías y narrativas, perpetuados a su vez por micro-colonialismos.
Me refiero a que en nuestra América parece que nos es muy difícil identificar cuando algo realmente extraordinario sucede entre nuestros vecinos. Solemos esperar que la grandeza provenga de otra parte, o nos dedicamos a alimentar a los “señores feudales” de turno, que se adueñan de las instituciones públicas y privadas para ensanchar sus “fincas” y redes de influencia. Lo digo sin anestesia, porque todavía actuamos como colonias. Esperamos a que el reconocimiento venga “de afuera primero”, y dejamos gritar, como “voces en el desierto”, a personas que realmente están revolucionándonos con su trabajo.
Necesitamos pensar rizomáticamente, pero lo tememos, porque creemos que nos perderemos. La realidad es que estamos perdidas en el discurso lineal, que nos miente con su organizada línea de hechos irrefutables, que empiezan más allá de nosotras y terminan también muy lejos de aquí.
Lo diré de una forma que realmente cause impacto: perdemos “oportunidades de negocio”, cada vez que damos la espalda a una idea que nos parece “demasiado loca para ser de aquí”. Esa idea que nos resulta descabellada porque se le ocurrió a una persona “de aquí”, y no “de allá”. Esa idea, que si “viniera de allá”, tendría para nosotras todo el sentido del mundo, y empapelaríamos con ella todas las calles, le abriríamos todas las universidades, y los políticos morirían por sacarse una foto con la persona capaz de semejante visión.
¿Micro-colonizarnos vrs. desmembrarnos?
Cuando hablo de micro-crolonialismos, hablo por ejemplo de eso llamado “lo propio”, un arma de doble filo, porque ella nos obligan a plantear nuestros proyectos y procesos desde una identidad nacional o latinoamericana. Nos dicen que nuestra identidad es una, y que debemos servimos de ella para ser representativas. Las etnografías resultado de los imaginarios de las naciones modernas, se suman a la colonialidad que nos encadena. Los micro-colonialismos son un ejemplo de ello.
El arma tiene doble filo, quizás necesitamos pensar desde la herida que nos causa cada vez que la utilizamos. Yo me he cortado muchas veces con ella, ahora estoy aprendiendo a leer los mapas que se han formado con las cicatrices y heridas superpuestas que me va dejando. Los rizomas de las marcas de mi propio uso de la herramienta me están enseñando a escuchar y pensar. Esta escucha me ha llevado a encontrar otros cuerpos que encarnan innovaciones radicales, como el de la pianista y compositora argentina Paula Shocron.
Su nuevo álbum Los vínculos (NendoDango Records, 2018), lleva por epígrafe Diálogos entre práctica y performance, entre pasado y presente…, el pasado elegido por Paula fueron las Variaciones Goldberg BWV 988 (1741) de J. S. Bach. Este álbum encarna justamente lo que repito una y otra vez en mis clases de historia de la música en la universidad: que los periodos históricos son una invención retrospectiva, creada desde un tipo de filosofía de la historia, dominada, como indica mi colega Alejandro L. Madrid, por una “supremacía blanca” que consolidó su discurso sobre la base de la supremacía de la música clásica centroeuropea, algo sobre lo que también escribe otra colega, Tamara Levitz, por ejemplo, en su artículo Decolonizing the Society for American Music.
Sí, hablamos de una “supremacía blanca” que se alimenta de la historiografía alemana decimonónica, según la genealogía: gran compositor blanco-europeo heterosexual + gran obra + gran técnica compositiva = canon. Una genealogía que toda nación moderna pretende reproducir, con el objetivo de demostrar que posee “grandes compositores” que encarnan su capacidad de dialogar y ser parte de eso llamado “gran cultura”. Irónicamente, esto solo es posible reproduciendo el modelo colonial, a partir de la implementación de micro-colonialismos, que legitiman la explotación de las músicas indígenas y migrantes.
Bueno, Paula Shocron elige para encortinarse las Variaciones Goldberg. Se sumerge en ellas, micro-colonizándolas al desmembrarlas, utilizando su técnica pianística, su técnica como compositora y sus técnicas de improvisación. Lo hace también desmembrándose, utilizando su técnica como performer, incluyendo su cuerpo, las técnicas extendidas y la utilización experimental de instrumentos de percusión, ampliando el piano y su maquinaria con la utilización de cinta magnetofónica, creando un montaje sonoro con medios digitales y analógicos, que desmembra nuestra escucha, y la linealidad impuesta por la tradición discográfica, que acumula versiones de estas partituras de J. S. Bach.
¿Por qué volvemos a J. S. Bach?
Les recuerdo sin ir más lejos las grabaciones canónicas de Glenn Gloud (1955 y 1981), donde la tecnología de grabación, producción y distribución fue utilizada por el pianista para lograr materializar su ideal de escucha, interpretación e historia. Seth Colter Walls, informa sobre este proceso en su artículo Bach: The Goldberg Variations (2017), en la sección sobre jazz de Pitchfork.
Estos cuerpos escuchan, interpretan y escriben la Historia. Nuestra vivencia de la escucha manifiesta micro-colonialismos etnificados y generizados, que nos alejan o acercan a la imagen de un hombre, un sirviente de la corte de un señor noble (y su respectiva casa real con súbditos incluidos). Un hombre que llegaba a una casa donde le esperaba una familia numerosa y una esposa, con quienes quizás producía y practicaba la música que realmente le interesaba, y donde realizaba sus exploraciones más experimentales, improvisando, sí, junto a sus hijos y su esposa. No entronizado solitario en una capilla o un palacio, pensando: soy un genio creador del barroco musical europeo.
Quizás por eso cuando escucho a Paula Shocron, no puedo dejar de pensar en la deconstrucción materializada en Switched On Bach (1968), de la compositora trans, Wendy Carlos. También pienso en la ironía de que J. S. Bach utilizara danzas como la chacona y la zarabanda en sus suites, y sin embargo, las historias sobre la “música barroca” parecen no acontecer en América, cuando en realidad América estaba muy presente en la vida europea, tanto así que danzas brotadas del fatídico “encuentro de culturas” llegaron hasta las suites que danzaba la corte de casas reales, en aquel conjunto de reinos que ahora estudiamos como Europa.
Paula Shocron tiene sus razones de para elegir a J.S. Bach:
“Varios momentos de mi recorrido como música llegaron a una intersección. El piano clásico, la imposibilidad de seguir por esa vía, pero a su vez el guardarlo y continuarlo en secreto, puestas adentro, como un tesoro personal, todo empezó a empujar hacía afuera, necesitaba vincularse con ese afuera, necesitaba ser.. Qué mejor que tomarlo como material, como punto de partida para luego generar un diálogo entre mundos que parecen muy lejanos, pero en realidad no lo son…
Este es un trabajo autobiográfico, pero también es una afirmación, de que la música siempre va a ser música no importa el idioma en que se hable, y siempre que la escucha sea abierta se podrá construir un leguaje común, único de ese encuentro, pero que durará por siempre…” (Los Vínculos, 2018)
Su texto nos remite al ideal de la música como lenguaje universal, algo posible gracias a la colonialidad, el debate continúa abierto. Mi escucha desde este proyecto que es Feminoise Latinoamérica me obliga a problematizarlo. Desde Bach a Glenn Gloud, pasando por Wendy Carlos, y qué decir de Blues on Bach de The Modern Jazz Quartet (1974), se suman tantos “cuerpos-otros” que han ido desmenuzando ese documento antropológico que es la partitura. Ella misma una “orgía de serpientes anudadas”, como escribía Aby Warburg, revolviéndose interpretación tras interpretación, tejidas desde las escuchas de múltiples perspectivas, experiencias históricas y post-históricas. Un todo sesgado por cuerpos, técnicas, y tecnologías.
¿Los Vínculos que nos apuñalan?
Paula Shocron explora las heridas que nos dejan estas armas de doble filo, su álbum para piano con técnicas extendidas y montaje sonoro, nos invita a pensar estos micro-colonialismos. Escribo esto no en sentido de redactar algún tipo de “reseña” sobre el álbum, si no como una invitación a pensar lo que podríamos llamar: microcolonialidades de la escucha.
Esta idea recorre los estudios de la investigadora ecuatoriana Mayra Estévez Trujillo, ella le llama “régimen colonial de la sonoridad”. Les invito a leer por ejemplo en su artículo Semiosis de civilización y terror (2016), y Mis manos sonoras devoran la histérica garganta del mundo. Sonoridad y colonialidad del poder (2015), dónde estudia cómo la historia de las técnicas de composición musical y sonora, están empapadas por la colonialidad occidental.
No recomiendo una escucha “inocente” de Los vínculos de Paula Shocron, en mi experiencia como profesora de historia de la música en una universidad latinoamericana, considero que el desmembramiento, como el que las Bacantes infringieron a Orfeo, es la clave para escuchar maliciosamente esta inquietante propuesta. A título personal, Los vínculos me invita a pensar una experimentación sonora feminista desde América Latina. Y digo feminista, sí… porque implica desgarrar, no negar, las genealogías patriarcales que hasta ahora continúan tejiendo el canon de “La Música”. Y saber que como occidentales y latinoamericanas, estas genealogías dan forma a nuestra escucha, a nuestras tecnologías.
Y hablando de tecnologías, les dejo con estas palabras de una escritora de ciencia ficción, Ursula Le Guin, que lo resume así:
“De modo que cuando nací, en realidad solo había hombres. La gente se componía de hombres. Toda respondía al mismo pronombre, el masculino; he ahí quién soy, pues. […] Justo cuando por fin estaban inventando a las mujeres, empecé a envejecer. Y seguí haciéndolo. Descaradamente.” (Contar es escuchar, 2018, pp. 18, 21)
Sigamos envejeciendo, descaradamente, no neguemos en nuestras escuchas las contradicciones, los rizomas, las arrugas… aceptemos todos los caminos torcidos que nos han llevado a ser nosotras, el proceso de pensar y crear, como indica Paula Shocron en Los vínculos, es un proceso “autoetnográfico”. Los tecnofeminismos decoloniales no se forjan sobre la negación del crimen de la razón colonial, la desmembran, la devoran, la defecan. La putrefacción del mundo, paradógicamente, es fértil.
Imagen de portada: Mapa de edición del “montaje sonoro” para Los vínculos (2018), cortesía de Paula Shocron.
Publicado por Susan Campos Fonseca [Doctora en música por la Universidad Autónoma de Madrid, compositora y escritora del sello Irreverence Group Music – New York, profesora e investigadora de la Universidad de Costa Rica.]