¿Artistas electrónicas en Costa Rica?

 

 

En 2008, publiqué un artículo donde pensaba el legado de las compositoras e intérpretes centroamericanas, desde la teoría del contratiempo propuesta por la filósofa francesa Geneviève Fraisse, el artículo se tituló Historia compensatoria y Filosofía: Un caso centroamericano. Decidí retomarlo de nuevo, porque la filósofa propone que “el contratiempo no es solamente el instante o el accidente;” pues “tiene una duración, temporalidad sin coincidencia con otras duraciones, desfase grande o pequeño”, donde “tomar su medida debe permitir inscribir esta temporalidad en la historia” (1); es decir, donde los eventos históricos homogenizadores y lineales a los que se someten los hechos como una situación espacio-temporal determinada, son en sí un “imaginario” temporal, porque no todos los tiempos son iguales para todos los individuos y sociedades.

Me interesa regresar a esta propuesta, según esta teoría de la filósofa francesa, podemos pensar un sujeto activo de la historia, que existe, crea, piensa…, desde la omisión. Esta es la razón por la que el título de esta nueva edición de Feminoise Latinoamérica, inicia con la pregunta: ¿Artistas electrónicas en Costa Rica?. Esta pregunta a guiado otras publicaciones, por ejemplo, Ciberfeminismo y estudios sonoros publicado por Interdisciplinaria, revista del Centro de Investigaciones Interdisciplinares en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México en 2016, y Uncanny Valley Project, una intervención ciberfeminista en la X bienal centroamericana, publicado por Liminar, revista del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas en 2017.

Estos textos exploran la actividad creativa de las artistas sonoras y compositoras de música electrónica en Centroamérica, tomando como lugar de confluencia a Costa Rica, país donde resido actualmente y donde nací. Investigar la creación y pensamiento de estas mujeres se ha convertido en una prioridad para mí, prestando especial atención a sus procesos, experiencias, contingencias e incluso contradicciones. Cuando comparo estos estudios con el primer artículo que publiqué en 2008, compruebo que entre la sala de una casa, donde una figura decimonónica estudia preludios de Chopin y experimenta componer sus propias mazurcas y valses, y la sala de una casa del siglo XXI, donde otra trabaja con su ordenador y sintetizadores, existe un contratiempo.

 

Portada del libro Mujeres costarricenses en la Música, Editorial UCR (2016).

 

Educadas para ser hijas, esposas, madres y abuelas de hombres liberales, atender y entretener a la clase burguesa de una capital, San José, donde el Teatro Nacional era una copia del la Ópera de Paris, y donde la oligarquía cafetalera construía sus barrios, imaginando “traer la modernidad” al país ¿qué significaba ser compositora en Costa Rica a finales del siglo XIX y principios del XX? Ellas no eran las únicas que componían desde un piano, las había también maestras, comunistas, anarquistas, escritoras y políticas, venidas de diferentes lugares y condiciones socioeconómicas, que encontraban en el hacer música una manera de darse voz, de enseñar ser, de imaginarse. (2)

Ahora bien, colocar a estas mujeres junto a las que crean con medios electrónicos y digitales, evidencia que hablar de “mujeres en la música” o “mujeres compositoras”, es reduccionista. En primer lugar, al igual que las damas de la burguesía y las maestras comparten contratiempos, las artistas electrónicas, las cantautoras y las compositoras académicas, no comparten los mismos tiempos, espacios y lugares. Las compositoras en Costa Rica todavía no conforman una comunidad, inclusive a pesar de intentos por organizar actividades colectivas, como la descrita en Compositoras ticas luchan para sobresalir, publicado por el periódico La Nación. Las alianzas y vinculaciones con colectivos especializados, como la Asociación Mujeres costarricenses en la música, demuestran que unas están presentes dentro del relato histórico oficial y otras no, unas son reconocidas como “compositoras” y otras no. En resumen, entre nosotras existen omisiones y negaciones.

 

Retrato de Jessica Gamboa (der.), en su estudio “La Cueva del Oso”. Fotografía cortesía de Dan Freeman, 2017.

 

Revisando los hechos, sigue existiendo una opinión generalizada, según la cual tener un título universitario en composición musical, legitima la autoridad profesional en esta categoría. Y especialidades como ingeniería de sonido, diseño sonoro, arte electrónico, artes numéricas, arte sonoro, composición y producción con medios electrónicos y digitales, todavía no son ofertadas por las universidades costarricenses. Siendo así, la formación de las artistas electrónicas es empírica, aunque hoy por hoy espacios como el DJLab, dirigido por Esteban Howell, dan acceso a un entrenamiento sistemático, guiado por especialistas nacionales e internacionales. No obstante, las artistas electrónicas coincide en la opinión de que ellas, a diferencia de las compositoras, no poseen “formación en música” en sentido académico. Esto último es documentado por Ronald Bustamante, en su artículo Mujeres en la música electrónica, publicado por la Revista Vacío.

Las universidades en Costa Rica, sigue dividiendo la creación sonora y musical, según estratos de complejidad impuestos por la Historia de la música occidental. Esto que afirmo no es políticamente correcto, pero las categorías de género musical establecidas para organizar las prácticas culturales, también son responsables de estos contratiempos. (3) A esto se suma el hecho de que al día de hoy, ninguna compositora costarricense ha recibido el Premio Nacional de Composición. Sin embargo, en caso de considerarse candidatas, en mi opinión, el aporte de una cantautora como Guadalupe Urbina, activista feminista, artista visual, estudiosa de la cultura popular e indígena mesoamericana, entre otras muchas cosas, tendría que prevalecer ante la propuesta de compositoras académicas cuyo aporte es, y lo afirmo con todo respeto, una sinfonía, un cuarteto de cuerdas, o un concierto, promocionados según intereses gremiales, dependiendo de los grupos de poder liderados por los compositores patriarcas, quienes siguen controlando las orquestas, los espacios, los discursos, los medios y las programaciones. Encontramos en consecuencia, otro contratiempo.

 

 

¿Y qué sucede con las artistas sonoras y creadoras de música electrónica? A quienes reúno aquí bajo el término arte electrónico. Mi investigación de varios años revela que estas creadoras tienen más vínculos con las DJs que con las compositoras académicas, y según sea el caso, pueden o no mantener lazos creativos con las cantautoras, dependiendo del género musical al que se dediquen, e incluso, siendo ellas mismas cantautoras, como en el caso de Susana López (Bengalas) y Michelle González (MishCatt). Esto último determina los espacios que comparten, los lugares donde socializan, y los medios a través de los cuales circula su trabajo. Queda en evidencia, que la categoría “mujeres en la música”, cuya pretensión es asumir que la condición de género justifica reunirlas a todas bajo una misma categoría, es contraproducente.

En mi artículo de 2008 escribía que la posición teórica de Geneviève Fraisse, sostiene que “estamos lejos de conocer el camino de la emancipación de las mujeres”, debido a que “las mujeres parecen ser las eternas invitadas de un proceso global, jamás completamente en su hora, siempre en situación de justificarse”. Al parecer, indica Fraisse, “las mujeres son para sí mismas y para otra cosa, son un fin y un medio. Moneda de cambio o, mejor aún, medio de cambio en la historia política tanto como en la teoría histórica.” En consecuencia, lo que se necesita es “elaborar su historicidad con este dato que resiste a todo pensamiento de emancipación y de subversión, este pensamiento de la mujer que permanece como objeto, incluso cuando se convierte en sujeto de la historia y de su historia.”(4)

Dado que mi interés es investigar los vínculos entre filosofía tecnológica y feminismo en América Latina, el caso de Costa Rica es relevante, permitiéndonos realizar un acercamiento a problemáticas que existen bajo la sombra de los discursos sudamericano y norteamericano. Retomamos entonces la pregunta inicial: ¿Artistas electrónicas en Costa Rica? Escuchemos:

 

 

 

 

Luego de diseñar una base de datos que organizara el trabajo de estas creadoras, identifiqué a diferentes generaciones, la primera nacida a finales de los sesenta y principios de los setenta, Priscila Monge (1968) y esta autora (1975). La segunda, nacida en los ochentas, Paulina Velázquez (1981), Monik Zdan (1982), Mónica Loría (1986), Fiamma Aleotti (1988), Susana López (1988), Maria José Wabe (1988), Ariadna Poupee Bla (1989) y Jessica Gamboa (1989). La tercera y más reciente, es la generación nacida en los noventas, con Michelle González (1990), Carla Alfaro (1993), Coraima Díaz (1993), Madame Bowman (1994) y Rebeca Solano (1996). A ellas se suman colectivos como el de Diseñadoras de Audio de Costa Rica, Alison Alvarado, Sonya Carmona, María Navarro del grupo ColorNoise, Camila Garro, Melissa O y Terrasha Morgan, con quienes aún no he podido conversar.

Tres generaciones, más de 20 autoras cuya obra publicada se identifica entre 2010 y 2017, lo que implica alrededor de 7 años de historia contingente en el arte sonoro y la música electrónica creada en Costa Rica. Aunque los procesos previos a estas producciones posiblemente son anteriores. Los géneros que abarca su trabajo incluyen, desde las artes visuales, el trabajo sonoro de Paulina Velázquez y Priscila Monge. La música electrónica de baile, el electro-pop, y el space-pop, con Ariadna Poupee, Michelle González, Susana López, Rebeca Solano (Mimus), Madame Bowman (Señorita Abril) y Coraima Díaz (Rompiste mis flores). El rock noise experimental con el grupo ColorNoise. El minimalismo tecno con Carla Alfaro. El post-jazz y el trip-hop con Fiamma Aleotti (Saturno Devorando), Camila Garro y Jessica Gamboa (MiNDE). La electroacústica, el minimalismo y el Noise, en el caso de esta autora.

No obstante, encasillarlas en géneros y disciplinas artísticas no es mi propósito, solo deseo señalar dentro de qué estéticas están trabajando actualmente. La base de datos que diseñé revela más de 150 obras, compuestas y producidas por estas autoras. Sumando el trabajo de DJs como Monik Zdan, María Wabe, Melissa O y Terrasha Morgan, diseñadoras de audio como Jessica Gamboa y Mónica Loría, que incluyo en este estudio, ya que la música electrónica y digital, pone en cuestión muchos de los paradigmas acerca de la “autoría” y la “complejidad”, defendidos por la música académica en Costa Rica y Centroamérica. Considero que este factor crítico es importante, tratándose de un estudio sobre filosofía tecnológica feminista.

 

Retrato de Carla Alfaro, cortesía de la autora, 2017.

 

Ahora bien, ¿qué filosofía tecnológica aplican estas creadoras? Entrevisté a tres de ellas, Carla Alfaro, Coraima Díaz y Madame Bowman. Las respuestas son disímiles, por ejemplo, para Carla,

“ […] la tecnología es una herramienta de diseño, develadora de nuevos lenguajes e interpretaciones que nos permite transformar el pensamiento en objeto y viceversa, abriendo espacio para cuestionar las múltiples posibilidades que nos ofrece la misma desde lo no previsible.” A este respecto, cuando le pregunté acerca de ¿cómo creía que su generación asumía la historia de las música experimental y su carga canónica?, respondió: “Esta es una de las mejores épocas de la música experimental para mi generación, pues gracias a la tecnología y la portabilidad que ofrece ahora, ya sea para la difusión, acceso y producción, se ha democratizado más al punto de poder crear un estudio de grabación en casa con un hardware y software más accesibles, lo cual ha potenciado al ”bedroom producer” , posibilitando que el músico pueda propalar sus nociones actuales de la música experimentando de manera activa mediante nuevos estímulos que puedan encaminar sus propios conceptos musicales fuera de los parámetros establecidos.” Y sumó: “Creo que es importante desafiar las nociones establecidas de lo que es música, impulsado por una transformación que aproxime a una nueva conciencia de posibilidades sonoras cuyo resultado sea desconocido guste o no, porque se cuestione si carece de ritmo o melodía, sino que esto alimente el discurrir de los escuchas, pues como lo decía Cage: Música nueva: Audición Nueva.”

Esto último me devuelve al artículo de 2008, donde proponía, “Existencia sonora, existencia histórica”. La pregunta por una filosofía tecnológica evidencia cómo la innovación en los procesos tecnológicos aplicados al acto compositivo, genera otras escuchas y otros contratiempos que deben ser repensados, con el objetivo de evidenciar los rizomas que conforman la historia contingente del arte sonoro y la música electrónica. En lugar de imponer un único relato, dependiente de las historias hegemónicas sobre la creación experimental.

 

Retrato de Coraima Díaz, cortesía de la autora, 2017.

 

A esto sumo la respuesta de Coraima Díaz, porque para ella mi pregunta de investigación crea en sí misma un contratiempo, y cito:

“En términos estrictos, no considero que lleve a cabo mi trabajo a través de algo como una filosofía tecnológica. Es decir, la forma en la que compongo no está mediada por una ética de trabajo cuyo origen sea una forma de pensamiento estructurada y formulada a priori. Esto se debe a que las herramientas tecnológicas que utilizo las tengo en mis manos por un asunto de necesidad y no de finalidad. Sin embargo creo que es para mí una gran ventaja tenerlas, ya que sin el uso libre del software ni los controladores midi que poseo (ya que lo análogo es más costoso a nivel monetario) no haría lo que hago actualmente. Si me pongo a recapacitar, los elementos con los que compongo y muevo mi música son un gran porcentaje de su propia existencia.”

Esto confirma el acierto de pensar desde la propuesta de Geneviève Fraisse. Un estudio como este no debe realizarse en busca de consenso, si no de disenso. A este respecto, Madame Bowman escribe:

“Mi filosofía tecnológica se puede limitar a que lxs creadorxs deberían aprovechar el acceso que tienen a tecnología de amplio alcance y bajo presupuesto […] la creación a partir de instrumentos tecnológicos no convencionales (dentro del género rock, por lo menos) es una prioridad. Nos permite salir de las estructuras comunes y lograr sonidos nuevos y diferentes.

Creo que parte de esa idea de sacarle provecho a la tecnología que tenemos a nuestro alcance se relaciona estrictamente, no la cultura que construyo. Principalmente porque ésta última está basada en ser diferente, en explorar nuevos espacios, pero siempre rescatando las luchas cotidianas. Y sin duda la tecnología es una herramienta para lograrlo.”

 

 

El video anterior materializa el disenso, producido por Mentaviolenta Estudio, en colaboración con el grupo Señorita Abril, proyectos donde Madame Bowman tiene una participación relevante. Trabajos como este retan la censura del país, sumándose al debate sobre las políticas del cuerpo, la sexualidad, la cultura, el arte y la tecnología. Les invito a leer Desnudos en Costa Rica: entre el arte y la protesta, un artículo publicado por el periódico La Nación, que documenta el contexto.

Concluyo una vez más dejando la pregunta abierta, el trabajo de estas creadoras es un proceso y no podemos hablar aún de nada consolidado. Esto convierte el fenómeno en una oportunidad magnífica para pensar la filosofía de la tecnología y el feminismo desde otras condiciones experimentales. Quise que este artículo fuera un prólogo al III Coloquio Iberoamericano sobre Investigación Musical Ibermúsicas, que lleva por titulo Música y mujer en Iberoamérica: haciendo música desde la condición de género, que reunirá a estudiosas de América Latina los días 28 y 29 de agosto de 2017 en Santiago de Chile. Les prometo compartir por acá una memoria del coloquio, porque los contratiempos continúan.

 

Notas
(1) Fraisse, Geneviè “Los contratiempos de la emancipación de las mujeres”. En: Pasajes nº 19 , Invierno 2005. Disponible en: http://www.revistasculturales.com/a/imprimir/533/los-contratiempos-de-la emancipacion-de-las-mujeres.html (consultado el 22 de julio de 2017).
(2) Campos Fonseca, Susan. “La revolución silenciosa de Caperucita encarnada (Costa Rica, 1916)”. En: TRANS-Revista Transcultural de Música, Nº 15, 2011, Dossier: Música y estudios sobre las mujeres. XX Aniversario de Feminine Endings (1991-2011). Disponible en: http://www.sibetrans.com/trans/articulo/352/la-revolucion-silenciosa-de-em-caperucita-encarnada-em-costa-rica-1916 (Consultado el 23 de julio de 2017).
(3) Este debate es común a compositores, cantautores y artistas sonoros, lo analizo en “Noise, Sonic Experimentation and Interior Coloniality in Costa Rica”, capítulo incluido en Experimentalisms in Practice: Music Perspectives from Latin America, publicado por la editorial Oxford University Press (en prensa).
(4) Fraisse, Geneviè”Los contratiempos de la emancipación de las mujeres”.

 

 

Imagen de portada: Retrato de Madame Bowman (Grupo Señorita Abril, Costa Rica) por Pablo Murillo.


Publicado por Susan Campos Fonseca [Doctora en música por la Universidad Autónoma de Madrid, compositora y escritora del sello Irreverence Group Music – New York, profesora e investigadora de la Universidad de Costa Rica.]

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