Laura Carrascosa Vela | Como la casa mía
Después de muchas idas y venidas Laura y yo conseguimos quedar para tomar algo y charlar sobre sus fotografías y en concreto sobre su proyecto Como la casa mía. Llego con retraso y la encuentro en la puerta de la cafetería apurando el sol de la tarde. Tiene una foto bonita – pienso.
¿Cómo empezó todo?
Al principio el proyecto iba sobre jóvenes chinos en Madrid, los chiñoles, pero finalmente acabé entablando una relación de amistad con Xirou y me centré en ella.
¿Cómo entraste en ese mundo?
Pues es un tópico que la cultura china sea de difícil acceso, eso es algo que dice la gente que nunca ha intentado acceder, yo no tuve ningún problema.
Fui a Usera, que es donde más gente de origen chino hay, entraba en los bares y me ponía hablar con ellos. Creo que la clave estaba en que de entrada, no iba con la cámara, sino que primero entablaba cierta relación y luego les comentaba lo de las fotos. Probablemente me vino bien el hecho de ser joven y de ser una chica. No pensaban que estuviera haciendo un proyecto en serio, siempre decían la chica está que hace fotos…
¿Porqué te interesaba ese tema?
Siempre me ha interesado la cultura asiática. Yo estudié filosofía y en la universidad no te enseñaban nada de eso. Casualmente un conocido me dijo que quería escribir un reportaje sobre las zonas de marcha de los jóvenes chinos y yo tomé las fotos. Empezó a interesarme más allá de la fiesta.
Al final me llama la atención lo que es distinto a mi, aquello que me enseña cosas nuevas. Entonces volví y empecé a engancharme más y más.
¿Y porqué Xirou?
Pues es difícil de explicar. A mí me gusta hacer fotos a la gente y de repente hay personas a las que les haces fotos, ves que tienen algo especial y quieres volver a fotografiarlas todo el rato. La primera vez que quedamos para tomarle fotos se puso a bailar algo entre el Butoh de Japón y la cultura cultura tradicional china. Me quedé anonadada. Ella es muy especial, muy sensorial, expresiva. Es una mujer muy sabia y a la vez es como una niña, se sorprende por todo. Da gusto verla, siempre tiene ganas de descubrir cosas.
¿Qué te ha dado Xirou?
Cuando conoces a alguien de una cultura diferente a la tuya, sirve para explorarte. A mi me sirve para reafirmar mi manera de pensar o cambiarla. Yo soy de Madrid y siempre he vivido aquí. Hay cosas que nunca he tenido que plantearme y al hablar con ella sobre su experiencia de haber emigrado, hay cosas que empecé a plantearme. Al final crees que estás haciendo un proyecto sobre otra persona y en realidad estás conociendote a ti misma a través de ese proyecto.
¿Cómo llegas a la fotografía?
Pues ya en el bachillerato, me planteaba qué quería hacer, a qué quería dedicarme y mi problema era que quería dedicarme a muchas cosas. Al final decidí hacer filosofía por la mañana y fotografía por la tarde. Me parecían complementarias, pensaba que si estudiaba solo foto, me iba a faltar toda la parte de investigación y metafísica y si estudiaba solo filosofía, no iba a poder poner en práctica todo ese conocimiento. Para mi la fotografía es como escarbar en las personas a través de las imágenes.
Además de la fotografía, ¿cuáles son sus referentes?
Pues sobre todo los que más consumo son libros y música. Soy fotógrafa porque hago fotos, pero mi inspiración principal es la filosofía: Simone Weil, Camus o los asiáticos como Lao Tsé. También la música, los discos tienen sus conceptos detrás. Yo toco la trompeta y me gusta escribir.
¿Qué estabas leyendo cuando empezaste este proyecto?
Pues estaba leyendo a Henri Bergson, es un filósofo que habla mucho sobre la percepción del tiempo.
Has estado tres años tomándole fotos a Xirou, precisamente el tiempo tiene importancia en este proyecto ¿no?
Pues es algo en lo que nos hicieron mucho hincapié en el máster de realización de proyectos y tenían mucha razón. Yo empecé haciendo un proyecto sobre las subculturas, luego lo cambié por los chiñoles y acabó siendo un proyecto sobre Xirou. Para todo eso necesité tiempo, para darme cuenta sobre qué quería trabajar realmente.
También los proyectos necesitan tiempo para dejarles ser. Yo debía acabar el proyecto cuando finalizase el máster, como si intentase que la realidad y las personas fuesen al tiempo de los másters o las convocatorias, cuando realmente si lo que me interesaba era ver la evolución de Xirou desde que llega a Madrid hasta que se hace adulta pues no puedo acelerarlo. Ha durado tres años pero podría haber durado seis. A las personas no podemos pedirles deadlines.
Vivimos en la época del Instagram, tienes que estar subiendo fotos todo el rato porque si no llaman a otro, pero las fotos cambian cuando pasa el tiempo. En ese momento una foto me gustaba mucho pero con el tiempo me di cuenta de que no contenía tanta emoción. Hay que separarse de las imágenes y no tener prisa.
Háblame sobre los textos del libro.
Hay cosas que el lenguaje visual no aporta y que el lenguaje escrito sí, y viceversa. Ambos se potencian.
Hablaba con Xirou sobre lo que sentíamos durante esos tres años o por qué éramos amigas y le pedí que escribiese algo sobre eso. Seleccioné algunos fragmentos y al añadirlos a las fotos sentí que el proyecto mejoraba. También es muy importante su manera de hablar y de comunicarse, porque ella maneja nuestro idioma como quiere o sabe y a veces por error, puede surgir algo muy bonito. Por ejemplo, en vez de decir “estoy fuera de mi país” dice “estoy fuera de mi familia”.
¿Y qué te contaba en esas conversaciones?
Yo le preguntaba por qué eligió España y ella me dijo que empezó a hablar español porque le gustaba mucho Chavela Vargas. Quería irse a Mexico pero sus padres le dijeron que mejor España. También me interesaba saber si le parecía bien que yo le tomase fotos porque a veces hacemos fotos a las personas y no les preguntamos cómo se sienten. Ella me decía que en las fotos veía el presente pero también la mujer en la que iba a convertirse, como una proyección.
Háblame del título, es muy poético.
Pues a raíz del proyecto empecé a agregar al Facebook a mucha gente de origen chino de Madrid y una chica dijo una vez “desde mi ventana puedo ver jugar a los chicos al baloncesto como la casa mía en China”. Al final es esa idea de que son cosas cotidianas las que te hacen sentirte en casa.
¿Porqué decidiste cambiar tu tema sobre los chiñoles para centrarte en Xirou?
Pues lo cierto es que rechacé hablar sobre los chiñoles porque me parecía que iba a hacer algo muy típico. Se ha hablado ya de casi todo pero hay muchas maneras de acercarse a las cosas. Cuando te acercas a alguien para conocerle, lo haces a través del diálogo y estableciendo relaciones cercanas. Desde la fotografía, este acercamiento íntimo se asemeja más a la realidad. Si miras las fotos, realmente son cotidianas y sencillas, buscando más en su interior.
Te lo agradezco mucho como espectadora. Lo que pido siempre cuando veo una fotografía es que me muestre cierta intimidad ante un mundo que yo no conozco. Es muy fácil pasar como una sombra y mostrar una visión más global o pretendidamente objetiva, pero en tu trabajo hay fotografías que solo podrías haber tomado tú, por esa relación de intimidad que tienes con Xirou. Eso es lo especial de tu trabajo.
Para mi era importante construir el trabajo de manera conjunta con ella y que se viese mucho nuestra manera de relacionarnos entre nosotras. Xirou y yo nos escuchamos trabajamos en equipo y nos cuidamos. Yo no he hecho nada sin contar con ella, el proceso ha sido lento porque se ha cuidado.
Finalmente tu proyecto no habla sobre China, ni sobre emigración, ni subculturas, ¿de qué habla?
Pues para mi habla sobre cómo lograr estar feliz en el mundo. Xirou para estar feliz necesitaba venir a vivir a España. Yo he dejado de hacerle fotos cuando he sentido que ella estaba feliz y realizada aquí.
¿Y ella cómo ha acogido todo el proyecto?
Pues eso ha sido gracioso porque ella pensó durante bastante tiempo que el proyecto seguía siendo sobre los jóvenes chinos y que ella salía en algunas fotos, porque no me atrevía a decirle que me resultaba tan interesante que había decidido hacerlo solo sobre ella. Al final se lo dije y le conté porqué y está encantada. Para ella es una manera de ver el proceso que está siguiendo. Ve las fotos de cuando vino y las de ahora y dice que para ella es como un regalo el hecho de que yo haya registrado sus años. Al final siempre que hago fotos pienso: ¿a esta persona, le apetecerá tanto como a mi que hagamos fotos juntas? Yo quiero hacer fotos a gente que quiera hacer fotos conmigo.
Agradezco a Laura la dedicación y la honestidad que me dedicó aquella tarde. No dejaba de sonreir y de soltar frases que considero lecciones sobre fotografía. Pocos días después Xirou y ella consiguieron publicar el libro Como la casa mía. Me envió fotos del libro y un texto sobre el tiempo que dejo para terminar:
El tiempo psicológico —que es el que descubre Henri Bergson— es diverso del tiempo físico, medido por los relojes y en el cual se transforman los cuerpos físicos. Lo llama duración pues los estados psicológicos no se cortan —como una sierra corta la madera—, se superponen unos a otros: forman un todo unido. El análisis que intenta aislar estos estados para obtener ideas claras y distintas —siguiendo el more geométrico de razonar—, es artificial. Lo real del tiempo psicológico es esa interpenetración de estados, en los cuales no hay necesidad como sostenía el mecanicismo, sino libertad. El gozo de este descubrimiento lo colma de luz, y decide redactar su tesis doctoral sobre este asunto nuclear. Piensa hacer una relectura de la historia de la filosofía desde esta perspectiva. Durante tres años trabaja en la tesis, redactándola de un tirón —confía a Du Bos— y la sustenta en 1888. Será su famoso “Essai sur les doñees immédiates de la conscience”.
La duración no es el tiempo físico, con cortes fragmentarios. Es, en frase de Zubiri, “el tiempo puro, no el esquema de la sucesión”8 . Percibimos la duración en la conciencia que es el escenario privilegiado del tiempo psicológico. Pero en el hecho de durar Bergson entrevé también el yo. Sostiene nuestro filósofo que el durar está conectado con la libertad del yo que decide. Y argumenta en el Essai sobre esta conexión de la duración y la libertad del yo. Dice, tomando un ejemplo de la experiencia común: en ocasiones emerge súbitamente de lo profundo de nosotros una decisión de la cual no sabemos dar razones. Proviene —sostiene— de un núcleo en el cual nos reconocemos de un modo también singular: “el yo es el meollo de nuestra personalidad”9 . Por eso, para Bergson, la duración nos aleja de la explicación mecanicista y nos acerca al mundo interior de nuestro propio yo. Y como dando razón, tanto del yo como de la personalidad, emerge a nuestros ojos interiores la libertad: es la responsable de esas decisiones súbitas. La libertad es, pues, una nota característica del yo que nos entrega la experiencia de la duración.
[…]
La intuición como método deberá desarrollar también una actitud en el filósofo, la simpatía, es decir el esfuerzo por co-vivir lo real. Esta simpatía nos transportará al interior de un objeto para coincidir con él de un modo único e inexpresable, a través del cual nos entregará su intimidad16 . La intuición es pues una experiencia de la realidad, una especie de simbiosis con ella. En diversos textos Bergson dirá explícitamente que el idealismo se ha alejado de la realidad por desvincularse de la experiencia, pero el precio que paga por ello es demasiado alto. Por lo contrario, utilizando el método que él propone se podría acceder a la metafísica, esto es, la essence du réel”.>>
Fuente: Duración y tiempo humano, Bergson-Polo, de Luz González Umeres.
Imagen de portada: Retrato de Laura Carrascosa por María Artiaga
Publicado por María Artiaga [Fotógrafa que vive siendo María]