Remedios Zafra | La precariedad como rasgo -y riesgo- que describe una época. El entusiasmo como libro de cabecera de toda una generación.

 

 

Aquellos que nacimos a finales del S.XX tenemos ya nuestro particular y certero relato generacional: El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, último ensayo de Remedios Zafra (Zuheros, 1973), escritora y profesora de la Universidad de Sevilla, especialista en el estudio crítico de la cultura contemporánea y sobre identidad y género. Sus 268 páginas nos confrontan con la precariedad -económica, emocional, intelectual…- que deriva de la vocación creadora que surge en un contexto neoliberal sometido, además, a las demandas de ubicuidad espacio-temporal de nuestro mundo red. La autoexplotación -lo sabemos, lo vivimos- está a la orden del día en pro de un “mundo aplazado”, un futuro mejor que nunca se materializa. ¿Quién no ha dicho o ha oído decir “voy a colaborar -léase, trabajar gratis- para mejorar mi currículum o hacer contactos”? Y así, mientras unxs se benefician, otrxs siguen en precario por “un futuro mejor” (precariedad económica). ¿Quién no ha tomado café con un amigo o amiga mientras dedicaba gran parte del tiempo a responder a los mensajes de WhatsApp? Llamémoslo, entonces, des-encuentro. Al menos, hasta el próximo café (precariedad emocional). ¿Quién no ha leído un titular en redes sociales y ha dado por válido el mensaje entero, reenviándolo a sus contactos, sin una lectura más atenta? (precariedad intelectual). Prisas, conocimientos epidérmicos, cero reflexión, activismo de salón, un gol para la ignorancia, las etiquetas y políticas reduccionistas, amén del beneficio económico para las grandes corporaciones.

Así las cosas, Zafra no ofrece respuestas ni soluciones en su obra, pero sí un incómodo espejo de la condición humana más contemporánea -tanto en su manifestación individual como colectiva- que nos puede servir de acicate, toma de conciencia o plataforma desde la que poder subvertir el orden establecido por (nos)otros. Esta obra, Premio Anagrama de Ensayo, apuntala fehacientemente las imposturas y bagatelas a las que nos sometemos plácida y libremente cada día en la cultura red, sacude los patrones hegemónicos establecidos tras las nada asépticas tecnologías: “la velocidad y el exceso repiten mundo”, “el exceso de información como nueva ceguera”, “el espejismo de diversidad”, “la no visibilización del fracaso”, “el hombre fotocopiado”… Estamos, sin duda, ante un relato necesario, desmitificador, pero alejado del maniqueísmo que supondría demonizar a las nuevas tecnologías sin ver lo que de positivo hay en ellas. Porque, como apunta la propia Zafra en otro de sus ensayos, Ojos y capital, internet es reflejo del capital pero también puede servir como instrumento de resistencia.

 

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El entusiasmo, por supuesto, no nace de la nada. Remedios Zafra cuenta con un background destacable como escritora: es autora de los libros Los que miran, Ojos y capital, (h)adas. Mujeres que crean, programan, prosumen y teclean, Un cuarto propio conectado. (Ciber)Espacio y (auto)gestión del yo, #Despacio; Lo mejor (no) es que te vayas, y Netianas. N(h)acer mujer en Internet. Su obra ensayística ha sido traducida al italiano y al inglés y ha logrado importantes reconocimientos, como los premios Meridiana de Cultura 2014, de las Letras El Público 2013, Málaga de Ensayo 2013, de Comunicación de la Associació de Dones Periodistes de Catalunya 2010, de Ensayo Caja Madrid 2004, de Investigación de la Cátedra Leonor de Guzmán 2001 y de Ensayo Carmen de Burgos 2000.

En Inquire Magazine hemos querido entrevistarle. Nos interesan sus narrativas, así como los intersticios de la colonización y el servilismo al que nos sometemos todxs (o casi todxs), y sus posibles alternativas.

 

¿De dónde vienes? ¿Hacia dónde vas? ¿Qué motivaciones hay entre una y otra pregunta?
Vengo de un lugar llamado “Aquí” donde los gatos se comen lo que no decimos y los trenes pasan tan rápido que a veces no los vemos. Voy “Allí”. O esto digo en mi libro Despacio que trata justo sobre estas dos primeras preguntas que me haces.

Mis motivaciones entre Aquí y Allí son diversas y algunas cambian conmigo pero, entre las que permanecen, me motiva el acceso público al conocimiento como poder emancipador que nos permite construirnos más libremente al margen de identidades heredadas, cuestionar los lazos que nos vinculan a esas identidades (nacer en un lugar del mundo, a un lado u otro de una frontera, tener un cuerpo y no otro, unos apellidos, una genética más o menos dañada…). Creo que esas identidades no elegidas, que casi siempre son excusa para la desigualdad social, no debieran significarnos más que lo que hacemos y elegimos como sujetos. Me motivan los vínculos éticos entre las personas capaces de hacernos pasar de la motivación personal a la motivación colectiva, a la imaginación de mundos mejorados, más igualitarios. Para ello, fuertemente, me motiva “vivir” y tener autonomía para “pensar”.

 

 

Tu último ensayo, El entusiasmo, nos habla de precariedad laboral, precariedad económica, precariedad emocional, precariedad en las conquistas sociales… ¿Vivimos en una sociedad totalmente precaria? ¿Hay posibilidades de contrarrestar este fenómeno tan arraigado en la contemporaneidad?

Como las personas, las sociedades pueden ser identificadas de muchas maneras al mismo tiempo, no se trata de esencias sino de rasgos, comportamientos e inercias. En ese sentido, creo que vivimos en una sociedad donde la precariedad nos permite “describir la época”. Y siendo rasgo del tiempo actual es también “riesgo” para nuestra cultura. Claro que hay posibilidades de contrarrestarla, el mundo es codificable, pero no es posible sin tomar conciencia, sin entender que no hay recetarios ni tutoriales para ello, que transitar por su complejidad es necesario para enfrentarla de manera crítica.

 

¿Podemos seguir diciendo que es más precario el tiempo y el espacio de la mujer?

Sí, pienso que el tiempo y espacio de las mujeres es más precario. Lo es porque suma al tiempo propio, “tiempo para los demás” que hemos naturalizado. Igual que seguimos identificando trabajo con lugar y no con práctica, también nos pasa con el descanso y la vuelta a casa. Pero tradicionalmente ese espacio llamado hogar ha sido para las mujeres un lugar desprovisto de descanso, allí donde pensar y cuidar a los otros, donde seguir trabajando sin producir rentas, pero permitiendo que los que allí viven puedan descansar para hacerlo. No es de extrañar que las mujeres estén cansadas.

 

¿Qué vincula esto con el “cuarto propio conectado”, la “vuelta a casa” y el “tiempo propio”?

La red lo ha cambiado todo pero no necesariamente a mejor. El cuarto propio conectado habla de un escenario privado pero con acceso a lo público, también al trabajo que ya hacemos con normalidad desde casa. Pero pasa que muchas mujeres acababan de “salir” al mercado laboral y vuelven ahora a trabajar a casa sin que los hombres hayan entrado a asumir con ellas el trabajo doméstico y de cuidados. El cuarto propio conectado habla de la complejidad de este escenario que parece mantener y amplificar desigualdad si no se interviene, pero donde paradójicamente también se situarían potencias para la conciencia crítica y la concentración, allí donde podríamos crear su mejor versión que implicaría necesariamente un verdadero “espacio y tiempo propios” con acceso al mundo y al conocimiento.

 

¿Y qué pasa con la identidad binaria y concebida desde lo heteronormativo y occidental que se puede vislumbrar tras los patrones, modos y herramientas establecidos por quienes programan nuestro estar en red?

En los noventa, ese era uno de los retos para el pensamiento político sobre Internet, subvertir la identidad binaria y los estereotipos en que se apoyaba. La pantalla en tanto agente “mediador” se posicionaba idónea en este propósito pues nos permitía dejar el cuerpo “aplazado” en nuestras relaciones online, proyectar una imagen no necesariamente estereotipada. Las lecturas que entonces se derivaron de esta posibilidad caracterizaron el primer ciberfeminismo, que especulaba con un futuro donde las identidades explotarían en una diversidad de posibilidades liberadoras y críticas con visiones dualistas y heteronormativas. En las décadas siguientes hemos visto sin embargo cómo la deriva capitalista online se ha sostenido justamente en el refuerzo de las identidades más fuertemente sustentadas en las imágenes reales.

 

Las prisas, el exceso de estímulos -con la consecuente censura del exceso y cotidianas formas de desigualdad-, el poco tiempo para profundizar, no solo en el ámbito del conocimiento, sino también en el personal e interpersonal… ¿Son consecuencias de la postmodernidad? ¿Son evitables?

Creo que la posmodernidad está muy afectada ya por la cultura-red y que en estas características que comentas hay consecuencias de ambas. Serían evitables en tanto son modificables porque la cultura es dinámica y facticia. Lo que no está claro es en que sentido estamos modificándolas cuando está en juego la conciencia sobre ellas. La educación, el arte y el agenciamiento pueden proporcionar mecanismos de resistencia individuales y formas de contagio y modificación social, pero me parece que las estructuras en red contemporáneas están orientando poderosamente nuestras formas de diseñar e integrar lo que creemos y nos vale para nuestras vidas.

 

Y, si hablamos de prisas, “tránsito epidérmico” y poca rigurosidad, nos preguntamos: ¿es la adicción del ver y ser vistos fructífera o banal?

Pasar rápido por las cosas está muy relacionado con la banalidad. Por otro lado, algo que es adictivo es algo que nos hace dependientes y anula o restringe nuestra libertad, debiéramos en ese sentido estar alerta. Pero no pienso tanto que se trate de elegir entre estas dos opciones (fructífera o banal), ambas tienen su importancia para las personas. La excesiva responsabilidad de buscar sólo lo fructífero puede llevarnos al agotamiento, lo banal por sí solo a la alienación. Me parece que se trataría más bien de saber regular los gradientes

 

Leyendo tus trabajos, me ha llamado especialmente la atención la mención a la “gestión tecnológica de las nuevas multitudes” donde, según indicas, confluyen el carácter democrático y la hegemonía neoliberal. ¿Somos conscientes de todas las derivas que esta gestión conlleva?

La conciencia implica un detenerse a mirar de otra manera, a pensar por nosotros mismos. Cuando hablo de la gestión de multitudes a través de la tecnología me parece importante señalar tanto las posibilidades de participación democrática que puede permitirnos, como las formas en las que el capital se adelanta para hacernos pasar algo que vivimos como una necesidad en espejismo de elección, o para dejarnos llevar por la ilusión de participación allí donde somos preguntados sólo por dos opciones, o sin conocer el contexto, con esa ilusión de que por estar conectados ya vamos a estar informados (y no). Cuando no hay tiempo (pensemos cómo se organizan hoy las agendas, los programas educativos, el mundo convertido en escaparate 24 horas, la conexión permanente) queda poco margen para romper la expectativa de homogeneidad que el sistema pone en nosotros, ante todo como usuarios y consumidores mediados por tecnología. Combinar democracia con esta “consideración” que nos prima no como ciudadanos sino como consumidores es cuando menos sospechosa.

 

¿Qué papeles ejercen la posverdad y el relato oficial en nosotrxs, como ciudadanxs y como sociedad?

La posverdad tiene mucho que ver con cómo se gestionan y diseñan las verdades en un mundo conectado y global y con la gestión de multitudes por la que me preguntabas antes. Ante la saturación de un mundo excedentario en datos, accesibles pero siempre mediados por “lentes” que se nos hacen invisibles, tan excesivos que a menudo nos ciegan, es fácil caer en el autoengaño y en la huida hacia delante de quien “quiere creer”, reforzando lo que ya pensábamos en redes que configuramos a nuestra medida, o en propuestas que las empresas configuran a nuestra medida a partir de los datos y huellas de nuestra vida online. La vida es “otra” después de la forma de llegar al poder de Trump. Internet y esto que llamamos posverdad tienen que ver.

 

En uno de tus trabajos afirmas que: “Si a la pantalla en red unimos el distanciamiento crítico y el espacio público-privado generado por el cuarto propio conectado y su potencial para la concentración y la alianza con los demás, la capacidad política es transgresora.” ¿Es esta una posible solución a nuestros problemas?

Las pantallas pueden ser un auténtico parque de atracciones, pero su llegada a los espacios privados y de concentración nos permiten también articular células absolutamente transgresoras para el estudio y para la conciencia crítica y política, allí donde somos “multitud de solos conectados” con acceso a un mundo digitalizado. Con seguridad muchas posibles soluciones a problemas actuales saldrán de cuartos propios conectados, así como también nuevos problemas aún no definidos. El viejo adagio de Hölderlin que sitúa en el mismo lugar el peligro y lo que nos salva, tiene aquí un claro ejemplo.

 

Tu último ensayo ha tenido mucha repercusión en los medios y, por ende, ha llegado a más lectorxs. ¿Qué feedback has recibido del sector de la cultura sobre la extendida dicotomía entusiasmo-precariedad?

El feedback es constante y sorprendente. Cada día recibo mensajes de profesores, artistas, investigadores, escritores y trabajadores de la cultura que se identifican e incluso me comparten situaciones personales más duras que las sugeridas en el libro. El entusiasmo fue escrito en los últimos años y “testado” en cada conferencia y conversación con compañeros en los que se repetía una situación parecida de hartazgo y queja siempre frenado por su gran motivación y por el trabajo que había que hacer, casi siempre pagado de manera “simbólica”. Creo que muchas personas que están leyendo el ensayo sienten que el libro les hace de espejo, les identifica no solo como individuos sino como comunidad, y pienso que en cierta forma les permite salir de ese ensamblaje del que sienten formar parte para verse. Claro que ese “verse” no es complaciente, pero tampoco lo es la vida cuando caemos en la autoexplotación cegados por nuestra pasión creativa.

 

¿Qué consume tu tiempo y energía actualmente?

Mis tiempos están muy orientados al trabajo universitario y durante gran parte del año esto concentra mi energía. Mis padres y mi salud se llevan otro porcentaje importante de mi tiempo. Y en los últimos meses, El entusiasmo suma un plus muy considerable de dedicación por lo que está movilizando en medios y lectores. Muchos días me veo convertida en un personaje de este libro, y aunque temo derivar a la Sibila de los primeros capítulos, creo que a estas alturas habito más en la de la parte final del ensayo (en ese “después del entusiasmo”).

 

A la pregunta anterior, quiero contraponer la siguiente, sobre todo para confrontar dos necesidades, la de trabajar y la de descansar (una necesidad que reivindicas en tu ensayo El entusiasmo): ¿cuáles son tus prácticas del “no hacer” en el día a día?

En mi caso, son prácticas recientes y coinciden con que mi visión se deterioró bastante hace algo más de un año, cuando terminaba El entusiasmo. La conciencia ante “un cuerpo precario” te permite frenar más claramente y advertir esas otras formas de vulnerabilidad que marcan tus tiempos. Desde entonces, busco momentos diarios para “no hacer”, pasear y descansar. Mi móvil casi siempre está apagado y si no, en silencio, prefiero el medio escrito. Pero puede que una de las decisiones más importantes para mí haya sido resistir la tentación de aceptar todas esas invitaciones que nos orientan a un “hacer frenético”. Ese que ha caracterizado (y sigue aún) la vida académica y cultural del país. Esa trampa del hacer sin descanso que termina por frustrar y neutralizar a creadores e investigadores.

 

Y ya para terminar. ¿Qué lecturas, obras o vidas “agitadoras” nos recomendarías para despertar de nuestro letargo o superar nuestra vida epidérmica?

Animo a que cada cuál busque las propias, sin miedo a que les inquieten. Sería terrible que todos leyéramos lo mismo.

 

 

Imagen de portada: Retrato de Remedios Zafra


Publicado por Inma Flor [Periodista y catalizadora de proyectos]

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3 Responses to “Remedios Zafra | La precariedad como rasgo -y riesgo- que describe una época. El entusiasmo como libro de cabecera de toda una generación.”

  1. […] Sibila no es rica, al contrario, es hija de la clase media trabajadora y de la educación pública. Es la amiga, la vecina o la conocida: la doctora en sociología y experta en feminismos. Sin apenas tiempo para cuidarse, es una mujer a la que le duele el cuerpo, siempre sentada preparando conferencias y cursos, escribiendo artículos, corrigiendo exámenes y trabajos, respondiendo mails, atendiendo a alumnos, aplastada por la burocracia y por la inestabilidad económica. […]

  2. Jesus says:

    Excelente blog, me ha sido de mucha ayuda Muchas gracias!!

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